
Principios Bíblicos de Fe
Creemos que la humanidad está creada a imagen de Dios. Esa imagen se refleja, en parte, en nuestra naturaleza relacional con sus promesas y peligros asociados (Génesis 1 y 2).
Sin embargo, ahora existimos como una raza caída, sujeta a heridas, conflictos y pecado (Romanos 3:23). Las dificultades, pruebas, tribulaciones y dilemas son, por lo tanto, normales y esperados en un mundo que no es como fue creado originalmente (Salmos 37: 7; Juan 16:33; Romanos 2: 9).
Debemos demostrar activamente el señorío de Cristo en nuestras vidas mediante un liderazgo de siervo, un sentido de comunidad y un estilo de vida que refleje la voluntad, la justicia, la misericordia y la rectitud de Dios (Mateo 20: 25-28; Juan 12: 26; Colosenses 3: 12-17; 1 Pedro 4: 8-11, Miqueas 6: 8).
La santificación a través del Espíritu Santo que mora en nosotros se logra, en parte, por el crecimiento y la madurez provocados por los conflictos, problemas, pruebas, tribulaciones y disciplina que experimentamos (2 Corintios 7: 8-13a; 1 Tesalonicenses 5:18; Santiago 1: 2-4). De acuerdo con este proceso de crecimiento, debemos esforzarnos por convertirnos en personas de carácter y virtud cada vez mayores.
Debemos apoyarnos y animarnos unos a otros (Juan 13:35; 15:17; Efesios 4:32). Cuando sea necesario, debemos amonestarnos y confrontarnos unos a otros, especialmente a aquellos cristianos en posiciones de liderazgo y confianza. Sin embargo, tal confrontación debe ser constructiva en lugar de crítica, hecha con amor y con precaución acerca de nuestras propias deficiencias (Proverbios 27: 5; Mateo 18: 15-17; Gálatas 6: 1).
Debemos llegar a los demás con amor, preocupación y misericordia (Mateo 25: 31-40; 2 Corintios 1: 3-7; Hebreos 13:16).
Como profesionales cristianos, estamos llamados a un puesto de responsabilidad y a honrar a aquellos que han depositado su confianza en nosotros (Lucas 17: 1-38, 1 Cor. 4: 2).